Una pregunta es muy frecuente entre políticos, empresarios y diplomáticos desde el golpe dictatorial del '76 en la Argentina, respecto de la mediatización política o viceversa:
¿cómo reaccionan los resortes de un sistema político forzado desde un sector influyente de la sociedad cesgada de los medios al tener que andar de tumbo en tumbo durante años? ¿Por qué se somete a la ya frágil tolerancia social a mayores dosis de crispación desde un lugar que sólo debería ser una fuente de información destendenciada? ¿Buscan, acaso, un suceso impredecible para aumentar aún más la fatiga de la sociedad entre tantos escándalos y agitaciones?
Hace tiempo se podía afirmar que un diario era capáz si lo deseaba, de cambiar un gobierno. Hoy los hechos nos dicen que hará falta mucho más que eso, talvéz aún no se ha inventado una estrategia eficáz para lograr el cometido de la oposición. Por lo menos los métodos históricos que en ocasiones les fueron fructíferos ya no causan tanto daño como antes.
Ningún hecho histórico se repite exactamente como fue, para muestra basta un botón, nunca los medios monopólicos fueron tan serviles a una oposición política y tampoco nunca fueron tan débiles en sus accionar ya que nunca tuvieron que trabajar tanto en desgastar, aunque sin resultados a un estado de gobierno. Pero tengamos presente que ninguna sociedad tolera por mucho tiempo, tampoco, que la condenen mediaticamente a vivir dentro de un absurdo campo de batalla. Ojo, todos somos responsables de no permitir la intromisión destructiva a mansalva de nuestra razón por parte de claros jinetes del apocalípsis.
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